Ya definitivamente terminados esos días en los que la familia se une y se pasan por alto las asperezas o
diferencias del ser humano uno no puede evitar acordarse de aquellos que no
están.
En mi vida solo
conocí a uno de mis dos abuelos. Aún recuerdo cómo, sigilosamente, se acercaba
a los fogones de la cocina y husmeaba levantando las tapas de las ollas para
descubrir el menú. Igual de exhaustivo y cuidadoso era con sus pertenencias;
todo siempre tan bien colocado.
Al recordar esa
imagen de orden y pulcritud me vino a la cabeza la obra de Andrea Tese. El duelo es un
proceso humano y que cada uno tiene su tiempo. Me cautivó cómo afrontó el
fallecimiento de su abuelo esta fotógrafa americana.
Analizó las
pertenencias que uno deja en herencia; la identidad y la “impermanencia”. Una
colección de fotografías de objetos dispuestos esquemáticamente. Accesorios
básicos de la vida diaria que ayudan a formar un inventario visual de las
posesiones de un hombre y que narran de una forma pictórica la cronología de
una vida. Y así realizar el deseo de detener el tiempo, para contrarrestar el
anonimato, para dejar algo atrás y ser inmortal.
(Fotografías de Andrea Tese vía andreatese.com)
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